martes, 27 de octubre de 2009

Ginecólogo

Hacía más de dos años y medio que no iba al ginecólogo.
Ya sé, ya sé. Después de la bronca que eché con lo de Jade Goody, no tengo perdón. Pero también es verdad que, sabiendo que la causa del cáncer de cuello de útero es el VPH o virus del papiloma humano, tras una citología negativa, en la que no hay rastro de virus, si las relaciones sexuales son con la misma pareja, o inexistentes, se puede espaciar la siguiente citología, porque supuestamente no hay contagio posible.

En principio la revisión ginecológica es para la detección precoz del cáncer del cuello uterino, mediante la citología vaginal. Ya dije que gracias a ella la prevalencia de este tipo de cáncer en el mundo occidental ha disminuído drásticamente. Pero no sólo es para eso. En la revisión también se realiza una palpación sistemática de los pechos y las axilas para la detección igualmente precoz del cáncer de mama, y visualización de otras partes del aparato genital (útero, ovarios) mediante ecografía. También para descartar otras infecciones del área genital distintas al VPH. Y por supuesto, para la orientación sobre los métodos anticonceptivos adecuados a cada persona.

Tengo el mismo ginecólogo desde hace 25 años, y la visita anual nunca me había supuesto ningún problema. Cuando hablaba con amigas y compañeras, oía siempre los mismos comentarios: la incomodidad de espatarrarte (sobre una camilla parecida a un potro de tortura) ante un desconocido, por muy especialista que sea, que te meta un espéculo en la vagina, mire y hurgue en lo más íntimo de tu anatomía, descubriendo cosas que ni tu pareja conoce. Muchas mujeres prefieren ser visitadas por una ginecóloga. A mí me daba igual, jamás me había incomodado hasta ahora, pero las dos últimas veces que me he visitado me ha dado muuuuuuucha pereza.

No sé exactamente la razón, si es el mismo ginecólogo de siempre, y me conoce hasta las amígdalas. No creo que sea por la posibilidad creciente con la edad de la existencia de enfermedades, no soy hipocondríaca.
El año pasado me detecté un nódulo en la mama por el que me preocupé. No fui al ginecólogo, sino que directamente me dirigí al servicio de radiología del hospital para que me hiciesen una mamografía. Me hicieron mamografía y ecografía, y resultó ser un quiste benigno, con líquido dentro. Sabiendo lo que era y ya tranquila, ni siquiera me planteé pincharlo y vaciarlo, como suele hacerse.
Ayer me lo tocó el ginecólogo (seguía ahí, impasible), me hizo una ecografía, y decidió pincharlo. Sabía que no dolía el pinchazo, pero no contaba con que luego me estrujaría literalmente para vaciarlo.
¡Qué c*b*ón! Me dejó el pecho completamente dolorido, que no puedo ni rozarme, con un buen morado.

Creo que la pereza e incomodidad que siento ahora ante la visita al ginecólogo es precisamente porque es hombre. Si te aconseja sobre un método anticonceptivo, puede hacerlo profesionalmente pero además empatizar como hombre y como persona. Pero si aparece alguna patología, el ginecólogo hombre no puede ponerse en tu lugar, jamás experimentará algo parecido.

lunes, 26 de octubre de 2009

Sala Apolo

Poco me imaginaba yo cuando empecé en esto del swing que había tanta gente que baila Lindy Hop y tantas actividades para poder disfrutarlo en Barcelona. Si quieres, puedes bailar TODOS los días del año.
Ayer fui por primera vez a bailar a la Sala Apolo. Hacía tiempo que me lo recomendaban, pero no había tenido oportunidad de ir.

Un domingo al mes en esta mítica sala de baile de Barcelona, que recuerda a la Paloma, se puede escuchar música swing en vivo con la Barcelona Jazz Orquestra, y bailarla (si te atreves).

Va gente de todo tipo, desde los que no bailan y sólo van a escuchar la música, hasta los que se exhiben, pasando por los que estamos empezando en esto del Lindy o los avanzados.
Hay que ir con los tobillos reforzados, porque los golpes son frecuentes, por la frenética y exaltada actividad de la pista de baile. Sin ir más lejos, ayer mientras bailaba con un compañero de la academia éste le dio un golpe a una chica que bailaba al lado, ¡y la tiró al suelo!
El ritmo varía desde el lento (es más difícil bailar lento que rápido, bailar bien, me refiero) hasta el más trepidante difícil de seguir, pero hay gente que se atreve a todo: Ayer dos parejas hicieron una exhibición de baile con un solo de batería...!!!

Un pequeño inconveniente, como siempre, es la falta de personal masculino. Siempre predominamos las mujeres, y los hombres en estos menesteres van muy buscados. Algunas chicas que saben más se atreven a hacer de chico y bailar con otras chicas. En cambio pocos hombres se quedan un baile parados, mientras hay decenas de mujeres alrededor de la pista acechando a los bailadores para pillarlos al vuelo a la que se acaba la pieza. Un poco patético, para mi gusto, pero es lo que hay. Si quieres bailar, tienes que echarle morro y acosar a los bailadores.

Yo no lo he desarrollado todavía (el morro), me cuesta más que el propio baile. No es porque piense que me tengan que sacar a mí. Si supiera bailar bien, no me importaría, pero como no es el caso, que estoy en pañales, pienso que después de bailar conmigo me van a odiar y nunca más van a querer hacerlo.
Y es una mala política, porque aunque parezca de perogrullo, como más se aprende a bailar es bailando. Quiero decir que la academia es insuficiente.
Ya he conocido a varias chicas que en poco tiempo han hecho avances espectaculares porque no tienen vergüenza (o se la tragan) y sacan a bailar hasta los master del universo del Lindy.

sábado, 17 de octubre de 2009

Planeta DeMagogini

Me enteré de la concesión del premio Nobel de la paz a Obama y se me cayeron las bragas al suelo. Perdón por la ordinariez, pero creía que los Nobel eran algo más profundo.

Ahora, en un plano algo más modesto y cambiando de tercio, leo sobre el premio Planeta concedido a Ángeles Caso.
Que cuando la veía en televisión en informativos, me parecía bien, correcta, profesional y honesta. Pero leo la entrevista que le han hecho a propósito del galardón y ahora se me han caído al suelo, la mandíbula y las expectativas.

El libro premiado (Contra el viento) cuenta la vida de una inmigrante de Cabo Verde, inspirada en una mujer que trabajó para ella. Se ha dado cuenta, gracias a una amiga que le comentó tras leer su libro, que detrás de la persona que va a limpiar su casa hay una vida.

¡¡¡Shit you little parrot...!!!

Suelta la interfecta que las inmigrantes nos permiten ser madres, amantes, hijas y trabajadoras, gracias a que las explotamos.
Sus declaraciones son tan oportunistas y demagógicas como la propia concesión del premio Planeta a su libro.
Sepa usted, Sra. Caso, que yo, si me he liberado (que lo dudo), lo he hecho a costa de muchos sacrificios propios y colectivos, no por explotar a nadie, inmigrante o aborígen. Que lo de la "liberación" de la mujer viene de mucho antes de la ola de inmigración, y las asistentas, antes, eran del país. Tengo asistenta inmigrante (que, si he de ser sincera, preferiría que fuese local) a la que pago en negro y no tengo asegurada porque no me lo puedo permitir, para que me ayude donde yo no llego, para poder trabajar en dos sitios para ganar dos sueldos que necesito para sacar adelante dos hijos que tienen un padre como podrían tener un botijo. Sé de los problemas de mi asistenta y por eso la conservo, que si no, otro gallo le cantaría, así que empatizo con ella, y que es una persona, y que tiene una vida y una familia detrás.
La Sra. Caso se debe referir a las señoronas (¿quizá se cuenta entre ellas?) de alto standing que tienen una o más chicas en casa, que hacen absolutamente todo para que sus "amas" se vayan a la peluquería, a darse masajes o al gimnasio. O tengan tiempo para escribir una novela, y así liberarse.
Ahora entiendo que Pere Gimferrer se desmayase en la gala de la entrega de premios. Yo me hubiera desmayado con él solidariamente.

¿Es una impresión mía o los premios, de cualquier índole, son cada vez más políticamente correctos, pactados, manipuladores, populistas, mangoneadores y adulterados?
Este año se presentaron al premio 490 títulos, para un jurado compuesto por 7 miembros. ¿Quién se cree que cada miembro del jurado se ha leído 70 libros a concurso?

Dice la Angelita que los cien millones de pesetas que le van a dar del premio los va a compartir con São, la protagonista de su novela y ex asistenta (que casualmente ahora está en Lisboa trabajando muchísimo por 500 euros al mes...). ¿Por qué no dona el premio a una ONG que luche por los derechos de las mujeres en los países subdesarrollados?
Y ahora viene lo bueno...
¡¡¡Con todos nosotros, va a compartir un 43%!!!
Que es lo que se lleva hacienda del premio.

Pues que sepas, bonita, que parte del fruto de mi trabajo y del sudor de mis neuronas, también lo comparto contigo.

lunes, 12 de octubre de 2009

Cinemaikix

(fotograma de Malditos bastardos)

Las últimas películas que he visto (me han gustado todas):

Gigante (Adrián Biniez, Uruguay 2009). Oso de plata en Berlín.
Película minimalista con escaso diálogo, donde la fuerza del guión reside en los grandes ojos azules y el voluminoso corpachón del protagonista (Horacio Camandule), que trabaja de guardia de seguridad nocturno en una gran superficie comercial, controlando las cámaras. A través de éstas descubre y se enamora de una chica de la limpieza (Leonor Svarcas), ajena a todo. La película es una historia de amor a una banda, la de Horacio, que se obsesiona, espía, persigue e incluso defiende a Julia desde el anonimato, sin atreverse desde su enorme (como él mismo) timidez, a darse a conocer.

El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, Argentina 2009).
Benjamín Espósito (Ricardo Darín), recién jubilado del juzgado de instrucción en lo criminal, decide ocupar su tiempo en escribir una novela, sobre un crimen sucedido treinta años antes, crimen que a pesar de su empeño quedó impune, que segó la vida de su compañero y mejor amigo y que a él mismo le cambió la suya. Enamorado entonces secretamente de su jefa inmediata (Soledad Villemil), al revivir el crimen también revive todos sus sentimientos y aflora el sinsentido de su existencia.
Otra película en la que los protagonistas dicen más con la mirada que con las palabras, o que dicen una cosa con la boca y otra con los ojos. Guión bien construido y dirigido, con intensas emociones contenidas y tan irresueltas como el crimen, que los protagonistas interpretan con credibilidad. Amor, humor y filosofía en dosis adecuadas.
Mi pero (siempre tengo que poner un pero a todo), la caracterización. Son los mismos actores que interpretan los personajes con treinta años de diferencia, y me cuesta creérmelos envejecidos. Ya sé que no se puede hacer nada, pero me pasa igual que cuando veo una película doblada: veo a unos actores que mueven la boca, y oigo una voz sobrepuesta.

Whatever works (Si la cosa funciona; Woody Allen, EEUU 2009).
Comedia romántica al más puro estilo Woody Allen (quizá porque el guión lo escribió hace más de treinta años). La película viene a decir lo importante que es dar y recibir amor, ya sea de un hombre, una mujer, dos hombres o de una cabra: "Si la cosa funciona..."
Es un destilado de Allen: humor ácido y sarcástico, misantropía, egolatría y genialidad, al fin y al cabo. El protagonista (Larry David) no es más que el alter ego de Allen, podría haberlo interpretado él mismo. Ninguno de los actores es una estrella, aunque los que hacen de padres de la principal protagonista (Ed Begley Jr y Patricia Clarkson) son conocidos secundarios de lujo. Pero todos los intérpretes están fabulosos.
A la película no le falta de nada: cascarrabias vanidoso, neurótico y suicida que odia a todos los humanos, adolescente ingenua escapada de casa de sus padres en Mississipi, religión encubridora de relaciones hipócritas, homosexualidad agazapada...
La he visto dos veces.
Mi única pega... que el final es demasiado bonito y redondo. No hay nada que se escape, es un final feliz. Y a mí eso me repele un poco, hace que me crea menos la peli.
Aún así, un diez por la última de Woody Allen.

Inglourious basterds (Malditos bastardos; Quentin Tarantino, EEUU 2009)
¡¡¡Una maravilla!!! Cuando acaba la película (que dura más de dos horas y media) te quedas esperando más, por favor, ¡quiero maaaaaaás...!
El guión una genialidad, las interpretaciones, espléndidas, a cuál mejor. Aunque se lleva la palma el nazi cazajudíos (Christoph Waltz). Diálogos delirantes (en la bodega donde se están apuntando con un arma a los testículos...), escenas memorables (los tres americanos "bastardos", entre ellos Brad Pitt, hablando -intentando- en italiano...), detalles portentosos (la escayola de la pierna de la actriz-espía, con tacón...). Fantástica, sin desperdicio.
Salí del cine pensando: Si se pudiese hacer eso de meter, por ejemplo, en el Palau de la Música, a todos los chorizos, políticos corruptos, mafiosos y demás carroña que tenemos por aquí, y pegarle fuego...!

miércoles, 7 de octubre de 2009

Decir la verdad

Una de las ventajas que tiene mi especialidad, la Patología o Anatomía Patológica (ventaja para mí, que todo es opinable), es que no tengo contacto con los enfermos, nada más que con sus órganos y tejidos.
Yo doy el veredicto sobre su proceso patológico, pero no soy quien se lo comunica al paciente. Informo al médico y es éste quien da el diagnóstico al interesado.

Siempre me ha llamado la atención que en las películas (americanas), el médico soltaba a bocajarro el diagnóstico al paciente, así, sin anestesia ni nada: Tiene usted un cáncer de laringe y le quedan dos meses de vida.
Y la entereza de los pacientes, aguantando el chaparrón y ocultándolo a las familias, sufriendo en silencio. Me preguntaba si eso sería cierto en la vida real.

Me chocaba mucho porque precisamente aquí pasaba lo contrario. Aquí el diagnóstico se comunicaba a la familia, y ésta decidía si se lo decía ella misma o el médico, al paciente. Ellos decidían si el enfermo tenía capacidad de asumirlo, si la entereza suficiente de aceptarlo, si las fuerzas necesarias para sobrellevarlo. Y eran ellos los que lloraban en silencio ocultando su pena al familiar enfermo, a quien se engañaba diciendo: Tienes el hígado inflamado, cuando apenas le quedaba hígado sano entre las metástasis de un cáncer gástrico.

Hace unos días estuvo ingresado en el hospital donde trabajo un enfermo gitano que tenía un tumor cerebral, no de los peores.
Cuando ingresa un paciente gitano, todo el clan lo acompaña mientras dura su internamiento, ya sea en la sala de hospitalización, en la UCI, en quirófano, o donde sea, con el consiguiente engorro para el hospital y su personal.
Éste estaba en la UCI, y toda la familia en la puerta esperando el resultado de la biopsia. Resultado que nuestro departamento comunicó al neurocirujano en este caso, y éste a la familia.
El patriarca del clan, al conocer el diagnóstico, cogió al neurocirujano por banda y le espetó: Como le digas a fulanito (el paciente) que tiene un tumor, ¡te vamos a esperar en la calle y te vamos a arrancar los huevos! Le dices que tiene un esguince, un esguince grave en el cerebro.

¡¡¡...!!!
Aparte de la anécdota, que me hizo recordar el chiste del esguince y el desgarro, quería referirme al derecho del paciente a conocer su enfermedad.
Hoy en día es más frecuente que el médico le diga la verdad a su paciente, y/o que éste se la exija. Hay más gente informada y que reclama información. Pero aún hay gente que no quiere saber, que prefiere vivir engañado. Y familias que se creen con derecho a administrar la información que pertenece al enfermo.
Pienso que el enfermo debe conocer su enfermedad y el alcance de ésta, las repercusiones sobre su vida normal, sobre su familia y su trabajo. Tiene el derecho de saber si le queda mucho tiempo de vida y con qué calidad, para poder organizarse y arreglar sus asuntos.

Dicho esto, también creo que la información hay que saber darla.
Hace un tiempo, al marido médico de una amiga, le diagnosticaron un cáncer de piel muy agresivo que volvía a crecer una y otra vez tras múltiples exéresis, en el mismo sitio y a distancia. Tras optar por la radioterapia, al ver que volvió a aparecer el tumor, el radioterapeuta le dijo en sus narices y las de mi amiga: Ve arreglando papeles.
Cuando me lo contó no daba crédito, porque aunque fuera verdad que le quedaba poco tiempo (de hecho murió a los pocos meses), me pareció una forma cruel de anunciarlo.

Todos desarrollamos una costra que nos protege y nos insensibiliza tras años de lidiar con el dolor, pero creo que la empatía no se debe perder nunca. También se desarrollan habilidades para comunicar los hechos de una manera clara y llana, dramatizando lo justo y necesario.

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