domingo, 21 de septiembre de 2008

Detector de mentiras


En mi profesión, que consiste en diagnosticar las enfermedades a partir de muestras de tejido examinadas al microscopio, la base es la interpretación que hace el profesional de las alteraciones morfológicas de esos tejidos.

Algunas veces (por suerte las menos), como en otros ámbitos, las ciencias morfológicas tienen sus limitaciones o dificultades. Voy a nombrar sólo algunas para que os hagáis una idea:
-La simulación: algunas enfermedades pueden simular otras al microscopio, son cambiantes según distintas circunstancias.
-La inespecificidad: varias enfermedades pueden producir la misma o parecida imagen morfológica.
-Baja sensibilidad, si el trastorno reside en un nivel submicroscópico.
-La propia interpretación de la imagen, que no deja de ser una explicación subjetiva asentada en los conocimientos y la experiencia, que intenta ser lo más objetiva posible. Ocasionalmente, expertos patólogos no se ponen de acuerdo en el diagnóstico preciso de una misma imagen morfológica.

Para minimizar estas limitaciones, disponemos de algunas técnicas que nos ayudan en la interpretación, como la inmunohistoquímica, la biología molecular, la microscopia electrónica o la hibridación, que pretenden aumentar la sensibilidad, la especificidad y la objetividad.
Pero estas técnicas son de APOYO, complementarias. No se puede basar un diagnóstico únicamente en el resultado de una de ellas. El diagnóstico final debe estar sustentado en la interpretación del conjunto de resultados por el patólogo, y éste es un paso que no se puede saltar.

Aparte de que quería contar esto porque hay mucha gente que desconoce en qué consiste mi trabajo, toda esta explicación viene a cuento porque en la India, en junio, basándose en los resultados de un detector de mentiras, condenaron por asesinato a una mujer, quien se declaraba inocente y se sometió voluntariamente a la prueba.

Me parece espantoso que una técnica auxiliar determine la veracidad de una declaración y sea la base de una condena.
Los detectores de mentiras se basan en la creencia de que cuando se miente, se producen cambios físicos, bioquímicos y neurobiológicos (cierto sólo en parte o en ocasiones) que pueden ser detectados por estas máquinas. Sería muy fácil si nos creciera la nariz.
De momento, es imposible saber a ciencia cierta si los cambios se dan únicamente cuando se miente, si da lo mismo el tipo de mentira, y si en personas con trastornos de base, como psicópatas o neuróticos, las respuestas serían las mismas.

Como en mi trabajo, estas técnicas pretenden aumentar la objetividad de las pruebas, pero no hacen más que eso: aumentar. Que no suplir. Son un dato más, que debe analizarse con precaución, puesto que la mente humana es muy compleja y aún hay muchísimas cosas que desconocemos de ella.

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