martes, 12 de agosto de 2008

Paul


El otro día comenté en el blog, hablando de los parecidos entre los miembros de una pareja, que no me atraen los hombres de tez y ojos claros.

Debo aclarar que hay algunas excepciones remarcables, aunque reconozco que no soy nada original. Me estoy refiriendo a Paul Newman.

Me enteré el domingo que tiene un cáncer terminal.

La noticia me pilló a contrapelo, no tenía ni idea que estaba enfermo, y menos aún que su muerte es inminente. A pesar de que tiene 83 años, y duele un poco menos al pensar que ha tenido una vida razonablemente larga, pasa como con los miembros de la propia familia (tan cercano nos es), que uno no se plantea que van a faltar un día, y undía te llega a quemarropa.

No soy una persona mitómana, antes al contrario, pero reconozco que admiro al actor por cuestiones diversas, no sólo por su anatomía de infarto.

Actor excelente. A pesar de que se inició en el mundillo del celuloide con intenciones de ser director (y de hecho dirigió algunas películas), su increíble físico lo arrastró a la interpretación. Y lo hizo como nadie. Como él mismo decía, si actúas como si tuvieras fe, la fe nacerá en ti. Y los que no tenemos fe, nos creíamos todas sus interpretaciones.

Calidad humana inmejorable. Su belleza física no le impidió mantenerse siempre alejado de la vanidad, era humilde y discreto, y una cabeza bien amueblada y una elegancia de espíritu pocas veces igualada lo hacían una rara avis en el mundo del cine.

Sé que los medios de comunicación ya deben estar preparando biografías, recopilaciones, ciclos... De lo que todos nos beneficiaremos. Lo único que espero es que no se dé el morbo que suele acompañar a algunos de estos medios, y que se respete el deseo del actor de morir en paz, rodeado de los suyos, en su entorno.

Vaya desde aquí mi humilde homenaje.

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