miércoles, 13 de agosto de 2008

¿De verdad son juegos?


No tenía intenciones de escribir sobre los juegos olímpicos. No me interesan, el deporte el general, y las olimpíadas en particular, pero mucho menos las de este año. No ver nada sobre ellas, y no comentarlas, era mi particular, discreta y minúscula rebelión.

Sé de los muchos beneficios del deporte, pero ya desde pequeñita, mover el cuerpo no ha sido lo mío, si no es para bailar. Siempre he preferido ejercitar la mente.

Aún así, no soy una integrista antideporte, pero los juegos olímpicos me parecen una manifestación más o menos encubierta de propaganda política, por un lado oficialista, del país organizador, y por otro de los contrarios, ya sea en forma de boicot, actos terroristas, o deserciones. Esto puede observarse de una manera u otra en todas las olimpíadas, gracias al bombardeo mediático. Es mucho más acusado en los modelos comunistas, donde los juegos representan la expresión máxima de la intervención del estado en el deporte (Berlín 36, Moscú 80, Pequín 08), pero también puede verse en las democracias occidentales (Los Ángeles 84).

Entonces, porqué estoy escribiendo sobre ellos?

Por una sencilla noticia que he leído: En los actos de inauguración (que no vi, pero me han contado y he visto imágenes, que fueron magníficos, majestuosos, espectaculares,...), salió cantando una Oda a la madre patria una niñita muy mona (Lin Miaoke), que resultó que hacía playback. La razón es que la niña que cantaba de verdad (Yang Peiyi) no daba la imagen: tiene la cara regordeta y los dientes desparejados, y según el responsable musical del evento, tenían que proyectar la imagen correcta, pensando en lo mejor para la nación.

Se han descubierto otros pequeños fiascos, como los fuegos artificiales, parte de los cuales estaban grabados, pero me parecen cuestiones puramente estéticas, no olvidemos que estamos en la era digital y hay fotoshop por todas partes.

Sin embargo, lo del trueque de niñas me parece brutal. Es una manifestación más de la falta de respeto hacia los derechos humanos, revela claramente cuál es la escala de valores de los dirigentes y destaca el menosprecio más absoluto que muestran hacia las personas, sobretodo las niñas, quienes allí no son nada. Los chinos no son todos iguales, y espero que los que son diferentes, hagan oír su voz.

Dicho esto, vuelvo a mi ostracismo respecto a los juegos polímpicos.


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